jueves, 12 de diciembre de 2013

El deseo de amar.




Tenía el poder de un Dios y la inteligencia de una Diosa, pero para ser perfecto, solo le faltaba una cosa: El Amor.
De nada le sirvió ser vencedor de cien batallas, ni sortear con astucia los peligros de la vida humana, ser generoso con los vencidos, sensible con la belleza de las artes y la naturaleza, prudente, culto y sabio, indulgente con los enemigos, con la palabra justa en los labios, comprensivo con los amigos, amante de la música y la poesía y envidiado por los adversarios.

En su corazón habitaba el frío, era una cueva oscura y profunda, un abismo al vacío, donde se ocultaban los miedos y las tristezas.
Escuchó a jóvenes y ancianos que hablaban del Amor, pero para él era una rareza que nunca había conocido. Se preguntaba  a sí mismo si el dolor que sentía, no sería algo parecido al Amor.
Abatido por su propia fuerza, meditaba en sus adentros, descartaba algunas relaciones, revisaba sus recientes encuentros, pero nada le satisfacía.
Esperaba que cada noche fuera la noche de la alegría, y así, persiguiendo a la luna pasaba las noches de insomnio, desdeñando el sueño.
Deseaba el Amor con tanto empeño que lo dejó pasar una y otra vez, ante sus ojos ciegos, como pasa la brisa azul sin que sienta su aleteo.

¡Cuánto hubiera querido si no fuera tan grande el deseo!.











3 comentarios:

  1. Nada somos sin el amor, él es la sal de la vida, le da sabor y alegría.

    Un abrazo.

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  2. es que el deseo (Muy fuerte) enturbia la vista. Y el amor de verdad queda desteñido, escondido o, sencillamente no valorado.

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  3. A veces corremos tras un imposible y no nos damos cuenta de lo que tenemos cerca.

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