domingo, 31 de marzo de 2013

La erótica de la inocencia (VIII)































Venus y Cupido




Había entrado de lleno en el surrealismo. Explicando a la clase "El manifiesto surrealista" de André Breton y Tristan Tzara, de  lo ajeno a la razón y a la moral de sus manifestaciones artísticas, pero que dejó su impronta en la literatura y las artes plásticas. Y de cómo las extravagancias y las exóticas irreverencias en la vida de algunos artistas del momento, bien pudieran ser consideradas surrealistas.
Se preguntaba si su propia vida podría ser también surrealista en los términos en que describe Apollinaire esa palabra recién inventada; pues aparte de la fachada, de la máscara de respetable profesor con la que acudía a su trabajo cada jornada; su vida era guiada por el corazón y por el instinto, sin la intervención de la razón ni de las normas que regulan a los individuos de una sociedad "como Dios manda".
Su pasión por la belleza, por el equilibrio y la estética podían llevarle al delirio.
De igual manera le horrorizaba el mal gusto, lo soez y lo anodino, y bien pudo emular a Jacques Vache cuando entró al teatro disfrazado de teniente de húsares y la emprendió a tiros porque no le gustaba el vestuario de la obra representada.

Si no hubiera conocido el amor, pensaría que no existe. Pero sabía dónde se encontraba, y la distancia no era más dolorosa que el silencio. A veces creía ver a ella en otras de las alumnas de su clase, pero atendiendo incrédula a sus explicaciones. Si estuviese ahí, le miraría a los ojos buscando sus intenciones y sería imposible continuar la clase normalmente, porque todo lo que pasaba por su alma, nada tenía que ver con la materia ... ni con el espíritu. Era todo energía, deseo, atracción magnética indescriptible, como tirarse al vacío en una caída libre e infinita, sabiendo que nunca llegará el contacto que termine con el sueño. Cada día era un despertar en el aire, en el descenso vertiginoso de la pasión que recorre las entrañas cuando falta su presencia.
Decidió pedir el traslado a la universidad del norte donde ella estudiaba, renunciando a la cátedra y a todos los emolumentos que pudieran corresponderle hasta el momento, para agilizar los trámites burocráticos imprescindibles y acceder como adjunto o interino o lo que fuera más rápido para ejercer antes del fin de curso. Pero el papeleo se dilataba en una insoportable espera.
Cuando recibió la notificación aceptando su renuncia y el traslado a la universidad solicitada, ya era demasiado tarde. Se le esperaba para el nuevo curso, como profesor de arte contemporáneo en la nueva facultad en el próximo año lectivo.
Quedaba todo el verano de por medio. La primavera había sido lluviosa y los macizos de rododendros elevaban su aroma dulzón al azul del firmamento. Los campos verdes daban la despedida al curso y un sol de oro anunciaba una nueva etapa en su vida.



6 comentarios:

  1. En el fondo, todos perseguimos algo fuera que nunca hallamos, porque está dentro. Por mucho que cambiemos de lugar de trabajo...

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  2. Este malabarista de palabras es un genio... Alma Azul, qué lindo es el comienzo de una nueva etapa. Sobre todo para los inquietos a los que no nos gusta estancarnos en ningún paisaje. Gracias por compartir. Besitos alados.

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  3. Ya sabes aquello de que si huyes de ti mismo tu prisión te seguirá. Yo creo que hay que afrontar la vida sin huir hacia delante ni hace detrás, porque además siempre sale el sol.

    Besicos.

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  4. Que bonito,triste,pero bonito ese amor rompiendo moldes,ataduras cualesquiera persiguiendo el encanto de sentirlo.
    Creo que aquí vendría como anillo al dedo ese verso de Neruda tan bonito:

    "Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana..."
    Besos.

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  5. Amigo, estoy de vuelta, te leo y la verdad, nos pasan tantas cosas por la cabeza que tampoco necesitan titularse surrealistas en plan artístico, surrealistas en plan divagaciones y sueños secretos como son todos los sueños intensos. Besito lunero.

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  6. Bien dicen que el amor es ciego....

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