martes, 1 de marzo de 2011

A LA DERIVA



Como barco a la deriva, sin ancla ni rumbo
hoy recalo en este puerto,
no sé por cuanto tiempo.
He visto otros barcos de hierro oxidado,
definitivamente anclados
donde nacen,
donde comen,
donde hacen suyas las aguas que los mecen,
donde yacen felices a veces,
sin el peligro de mares turbulentos,
lejos de la furia de los vientos.
A veces envidio su calma,
el respiro de su alma
de hierro, de su quietud ausente,
y miro al cielo.
Gaviota soñadora,
sobre las aguas,
entre las grises nubes,
tiemblas, subes ...
mientras calientan sus asientos.
Ha llegado el momento,
debo partir,
cuando regrese...
sé que estarán ahí,
esperando el eterno reflujo
de la marea,
y criticando el dibujo
que dejó en el mar, mi estela.

3 comentarios:

  1. El mar y el viento se asemejan...Las olas empapan los dibujos en la arena...El aire los transporta y,a veces,los borra...El porqué de la marea,de su eterno devenir...

    ResponderEliminar
  2. Un puerto es un lugar indefinido. Los barcos somos nosotros, unos que llegan para volver a partir y otros que no se mueven del lugar(o puerto)donde trabajan o de donde nacieron. La gaviota es el sueño volador y frágil. Así pues, en este texto no hay puertos, barcos o gaviotas, ni vientos ni aguas, porque a nada de esto me refiero. Hablo del desasosiego, de la inquietud que produce un destino errante, anhelando siempre un lugar de paz, una palabra amable lejos de las críticas por la espalda (estela), envidiando en cierta forma a los que se quedan disfrutando de una vida sin riesgos, cómodos y descansados, pero a la vez, incitándoles al movimiento, a ver otros paisajes que abran su perspectiva (alma de hierro).

    ResponderEliminar